La influencia de Darwin en el pensamiento moderno.

Extracto del famoso discurso de Ernst Mayr donde describe como los principios básicos propuestos por Darwin entraron en conflicto total con la cosmovisión predominante hace 150 años. Dichos principios pueden resumirse en seis puntos básicos:
 - Lo innecesario de explicaciones sobrenaturales y de causalidades para los fenómenos naturales.
- El rechazo de la tipología, modo de pensar conducente al racismo.
- Lo innecesario de una “causa final”, teleológica que dirija los procesos naturales hacia una creciente perfección.
- La falacia del determinismo, aceptando el papel fundamental del azar en los procesos naturales.
- El establecimiento de un nuevo antropocentrismo, irónicamente producto de la inclusión del hombre como una especie animal más.
- El establecimiento de una base científica para la ética.



Casi todos los componentes del sistema de creencias del hombre moderno son de alguna manera afectados por estos principios de Darwin.

Una persona del siglo XXI ve el mundo de manera muy diferente que como lo hacía un ciudadano de la época victoriana. Este cambio se debe a múltiples causas, en particular los increíbles avances en la tecnología. Pero lo que no es del todo apreciada es la gran medida en que este cambio en el pensamiento es de hecho el resultado de las ideas de Darwin.

Recuérdese que en 1850 prácticamente todos los principales científicos y filósofos eran los cristianos. El mundo en que vivían había sido creado por dios y, como los teólogos naturales argumentaban, éste había instituido leyes sabias que resultaron en la adaptación perfecta de todos los organismos entre sí y con su entorno. Al mismo tiempo, los arquitectos de la revolución científica habían construido una visión del mundo basada en el fisicalismo (una reducción a eventos espacio-temporales y sus propiedades), la teleología, el determinismo y otros principios básicos. Tal era el pensamiento del hombre occidental antes de la publicación en 1859 de El origen de las especies. Los principios básicos propuestos por Darwin entrarían en conflicto total con estas ideas predominantes.

En primer lugar, el darwinismo rechaza todos los fenómenos sobrenaturales y causalidades. La teoría de la evolución por selección natural explica el ajuste y la diversidad del mundo con argumentos exclusivamente materialistas. Ya no se requiere dios como creador o diseñador (aunque uno sin duda sigue siendo libre de creer en dios, incluso si se acepta la evolución). Darwin señaló que la creación como se describe en la Biblia y en las narraciones del origen del mundo de otras culturas, se contradicen con casi todos los aspectos del mundo natural. Cada aspecto del “maravilloso diseño” tan admirado por los teólogos naturales podía ser explicado por la selección natural. (Una mirada más cercana revela también que el diseño a menudo no es tan maravilloso; ver "La Evolución y los Orígenes de las Enfermedades", por Randolph M. Nesse y George C. Williams; Scientific American, Noviembre de 1998.) La eliminación de dios en la ciencia dio cabida a las explicaciones estrictamente científicas de todos los fenómenos naturales; dio lugar al surgimiento del positivismo; produjo una revolución intelectual y espiritual de gran alcance cuyos efectos han perdurado hasta nuestros días.

En segundo lugar, el darwinismo rechaza la tipología. Desde la época de los pitagóricos y Platón, el concepto general de la diversidad del mundo hizo hincapié en su invariancia y estabilidad. Este punto de vista se denomina la tipología o esencialismo. La variedad aparente, se dijo, consistía en un número limitado de tipos naturales (especies o tipos), cada uno de ellos formando una clase. Los miembros de cada clase se pensaba que eran idénticos, constantes y claramente separados de los miembros de otras esencias.

La variación, en contraste, es no-esencial y accidental. Un triángulo ilustra el esencialismo: todos los triángulos tienen las mismas características fundamentales y están claramente diferenciados de cuadrángulos o cualesquiera otras figuras geométricas. Un intermedio entre un triángulo y un cuadrado es inconcebible. El pensamiento tipológico, por lo tanto, es incapaz de adaptarse a la variación y establece las bases para una concepción errónea de las razas humanas. Para el tipologista, caucásicos, africanos, asiáticos o inuits son tipos que difieren notablemente de otros grupos humanos étnicos. Este modo de pensar conduce al racismo. (A pesar de la ignorante aplicación de la teoría evolutiva conocida como "darwinismo social" a menudo es culpada como una justificación del racismo, es la adhesión al esencialismo desacreditada por Darwin, la que de hecho puede llevar a un punto de vista racista.)

Darwin rechazó completamente el pensamiento tipológico y presentó en su lugar el concepto totalmente diferente que ahora se conoce como el pensamiento basado en la población. Todas las agrupaciones de organismos vivos, incluyendo la humanidad, son la poblaciones que se componen de individuos únicos y diferentes. No hay dos de los seis millones de seres humanos que sean iguales. Las poblaciones no varían por sus esencias, sino sólo por las diferencias estadísticas promedio. Al rechazar la constancia de las poblaciones, Darwin ayudó a introducir la historia en el pensamiento científico y a promover un novedoso enfoque a la interpretación explicativa de la ciencia.

En tercer lugar, la teoría de Darwin de la selección natural hace innecesaria cualquier invocación a la teleología. Desde los griegos en adelante, existió una creencia universal en la existencia de una fuerza teleológica en el mundo que lo hacía tender a una perfección cada vez mayor. Esta "causa final" fue una de las causas especificadas por Aristóteles. Después de que Kant, en el Crítica del Juicio, hubiera intentado sin éxito describir fenómenos biológicos con la ayuda de una explicación fisicalista Newtoniana, entonces invoca fuerzas teleológicas. Incluso después de 1859, las explicaciones teleológicas (ortogénesis) continuaron siendo muy populares en la biología evolutiva. La amplia aceptación de la Scala Naturae y de las explicaciones de la teología natural fueron otras manifestaciones de la popularidad de la teleología. El darwinismo barrió totalmente con estas consideraciones.

(La designación "teleológico" en realidad se aplica a varios fenómenos diferentes. Muchos procesos aparentemente dirigidos de la naturaleza inorgánica son la simple consecuencia de leyes naturales, una piedra cae o un trozo de metal calentado se enfría debido a las leyes de la física, no por un proceso dirigido hacia un objetivo. Los procesos en los organismos vivos deben su aparente direccionalidad hacia un objetivo a la operación de un programa genético innato o adquirido). Sistemas adaptados, como el corazón o los riñones, pueden dedicarse a actividades que podrían considerarse que buscan un objetivo, pero estos sistemas se han adquirido mediante la evolución y son constantemente perfeccionados mediante la selección natural. Por último, existía la creencia en la teleología cósmica, con un propósito y un objetivo predeterminado atribuido a todo en la naturaleza. La ciencia moderna, sin embargo, es incapaz de justificar la existencia tal teleología cósmica.)

En cuarto lugar, Darwin acaba con el determinismo. Laplace notoriamente se jactó de que un conocimiento completo del mundo actual y de todos sus procesos permitirían predecir el futuro hasta el infinito. Darwin, en cambio, aceptó la universalidad de la aleatoriedad y el azar en todo el proceso de selección natural. (El astrónomo y filósofo John Herschel se refiere a la selección natural despectivamente como la ley de “a la buena de dios."). El que el azar pudiera jugar un rol tan importante en los procesos naturales ha sido un pensamiento muy difícil de digerir para muchos físicos. Einstein expresó este disgusto en su declaración, "Dios no juega a los dados." Por supuesto, como se mencionó anteriormente, sólo el primer paso en la selección natural, la producción de variación, es una cuestión de azar. El carácter de la segunda etapa, la selección efectiva, debe ser direccional.

A pesar de la resistencia inicial por los físicos y filósofos, el papel de la contingencia y el azar en los procesos naturales es actualmente casi universalmente aceptado. Muchos biólogos y filósofos niegan la existencia de leyes universales en biología y sugieren que todas las regularidades deben describirse en términos probabilísticos, ya que casi todas las llamadas leyes biológicas presentan excepciones. La famosa prueba de la falsificación del filósofo de la ciencia Karl Popper no puede por lo tanto aplicarse en estos casos.

En quinto lugar, Darwin desarrolló una nueva visión de la humanidad y, a su vez, un nuevo antropocentrismo. De todas las propuestas de Darwin, la que sus contemporáneos encontraron más difícil de aceptar fue la teoría de la descendencia común aplicada al hombre. Para los teólogos y filósofos, el hombre era un ser por encima y al margen de otros seres vivos. Aristóteles, Descartes y Kant, estuvieron de acuerdo en este sentimiento, sin importar de qué manera sus respectivas filosofías divergen a partir de este punto. Pero los biólogos Thomas Huxley y Ernst Haeckel revelaron a través de un riguroso estudio de la anatomía comparada que los humanos y los simios vivos claramente tienen un ancestro común, una evaluación que nunca ha sido seriamente cuestionada de nuevo en la ciencia. La aplicación de la teoría de la ascendencia común al hombre privó al mismo hombre de su anterior posición única.

Irónicamente, sin embargo, estos acontecimientos no han conducido a ningún fin del antropocentrismo. El estudio del hombre puso de manifiesto que, a pesar de su ascendencia, ciertamente es único entre todos los organismos. La inteligencia humana no tiene parangón con la de cualquier otra criatura. Los seres humanos son los únicos animales con verdadero lenguaje, incluyendo la gramática y la sintaxis. Sólo la humanidad, como Darwin destacó, ha desarrollado verdaderos sistemas éticos. Además, a través de su gran inteligencia, el lenguaje y el prolongado cuidado de los padres, los seres humanos son las únicas criaturas que han creado una rica cultura. Y por estos medios, la humanidad ha alcanzado, para bien o para mal, un dominio sin precedentes sobre el mundo entero.

En sexto lugar, Darwin proporcionó una base científica para la ética. Frecuentemente se plantea la cuestión de si la evolución explica adecuadamente los saludables sistemas éticos humanos. Muchos se preguntan cómo, si la selección premia a los individuos sólo por el comportamiento que mejora su propia supervivencia y su éxito reproductivo, este egoísmo puro puede conducir a cualquier ética robusta. La ampliamente extendida tesis del darwinismo social, promovida a finales del siglo XIX por Spencer, planteaba que las explicaciones evolutivas se encuentran en contradicción con el desarrollo de la ética.

Ahora sabemos, sin embargo, que en una especie social no sólo el individuo debe ser considerado - todo un grupo social puede ser el objeto de la selección. Darwin aplicó este razonamiento a la especie humana en 1871 en El Origen del Hombre. La supervivencia y la prosperidad de un grupo social depende en gran medida de la colaboración armónica de los miembros del grupo, y este comportamiento debe basarse en el altruismo. Tal altruismo, favoreciendo la supervivencia y la prosperidad del grupo, también beneficia indirectamente a la aptitud de los individuos del grupo. El resultado es que la selección favorece el comportamiento altruista.

La selección familiar y la ayuda recíproca, en particular, se verá muy favorecida en un grupo social. Esta selección a favor del altruismo se ha demostrado en los últimos años como muy frecuente entre muchos otros animales sociales. Uno puede entonces quizá encapsular la relación entre la ética y la evolución al decir que la propensión al altruismo y la cooperación armoniosa entre los grupos sociales se ve favorecida por la selección natural. La vieja tesis del darwinismo social, el egoísmo estricto se basa en una comprensión incompleta de los animales, en particular de las especies sociales.

La influencia de los nuevos conceptos

Permítanme ahora tratar de resumir mis conclusiones principales. Ninguna persona educada cuestiona ya la validez de la llamada teoría de la evolución, la cual reconocemos como un hecho simple. Asimismo, la mayoría de las tesis particulares de Darwin han quedado plenamente confirmadas, como la de un origen común, el gradualismo de la evolución, y su teoría explicativa de la selección natural.

Espero tener éxito en ilustrar el amplio alcance de las ideas de Darwin. Sí, él estableció una filosofía de la biología mediante la introducción del factor tiempo, demostrando la importancia del azar y la contingencia, y demostrando que las teorías de la biología evolutiva se basan en conceptos en lugar de leyes. Pero además-y esto es quizás la mayor contribución de Darwin-, desarrolló un conjunto de nuevos principios que influyen en el pensamiento de cada persona: el mundo de los vivos, a través de la evolución, se puede explicar sin recurrir a la creencia en lo sobrenatural; el esencialismo o tipología es inválido, y debemos adoptar el paradigma poblacional, en el que todas las personas son únicas (vital para la educación y la refutación del racismo); la selección natural, aplicada a los grupos sociales, es sin duda suficiente para explicar el origen y el mantenimiento de los sistemas éticos altruistas; la teleología cósmica, un proceso intrínseco a la vida que conduce automáticamente a una creciente perfección, es una falacia, con todos los fenómenos aparentemente teleológicos explicados por procesos puramente materialistas; y el determinismo es por lo tanto refutado, lo que sitúa nuestro destino de lleno en nuestras propias y evolucionadas manos.

Tomando prestada la frase de Darwin, hay grandeza en esta concepción de la vida. Nuevos modos de pensar han evolucionado y están evolucionando. Casi todos los componentes del sistema de creencias del hombre moderno son de alguna manera afectados por los principios de Darwin.

Este artículo se basa en la conferencia del 23 de septiembre 1999 de Mayr en Estocolmo al recibir el premio Crafoord de la Real Academia Sueca de Ciencias.

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